martes, 17 de abril de 2018

Quiroga - Análisis de "A la deriva"

Análisis de “A la deriva” – Quiroga


El tema central de este cuento es la lucha del hombre por sobrevivir, la agonía. Esta palabra proviene de la griega “agón” que significa lucha. Esta lucha desesperada por ganarle a la muerte unos instantes más de vida, por no entregarse aunque todas las circunstancias estén así dadas. La naturaleza, marco de este cuento, no será otra que el verdugo y la tumba de un hombre, que nada puede hacer en su soledad contra la muerte. La naturaleza será su discreto enterrador.

El título “A la deriva” nos muestra esta soledad de ese hombre indefenso, sin un rumbo cierto, entregado a las circunstancias fortuitas que le toque vivir. El hombre del cuento, Paulino, estará a la deriva, no sólo en su muerte, sino también en su vida, ya que antes de que la víbora lo pique, podría decirse que está muerto en vida. Nada lo sostenía vivo. Su relación con su mujer y con el compadre Alves no existe, y debe recurrir a un pasado muy lejano para tratar de aferrarse a la vida que se va. El personaje se encuentra muerto socialmente y quizás hasta muy profundamente en su interior antes de morir físicamente. Este es una impronta común en los textos de Quiroga. En muchos cuentos sus personajes están muertos antes de que la muerte física llegue, basta recordar “El almohadón de plumas”.

Podríamos encontrar en el cuento tres grandes partes.

La primera: la mordedura y los efectos del veneno.

La segunda: su intento por sobrevivir en el ámbito social – su relación con su mujer y el compadre Alves.

La tercera: su agonía. La naturaleza y su intento por luchar contra la muerte a través del recuerdo.

Primera parte

El texto comienza con una repetición al comienzo de cada párrafo: “El hombre”. Si esto fuera una poesía podríamos decir que es una anáfora (repetición al principio de cada verso). Pero no lo es. Esta repetición deja entrever la fragilidad de lo humano. El hombre ante las circunstancias es frágil, su mundo puede destruirse en un instante, y muy lejos queda la idea de inmortalidad con la que vive siempre. Está indefenso y es sólo un hombre, como podría ser cualquiera de nosotros.

Quiroga manifestaba en su “Decálogo del perfecto cuentista” que tan importante son las tres primeras líneas de un cuento, como las tres últimas. Desde el principio el final está descubierto, porque lo que importa no es el final sino el trayecto que el personaje sigue. Así que desde el momento que el narrador dice “El hombre pisó algo blanduzco” el final es obvio, no existe otra posibilidad que la muerte, aunque durante todo el cuento el lector esté esperando que eso no suceda y que logre llegar a Tacurú Pucú y conseguir ayuda. Todo se precipita desde el principio, “lo blanduzco”, lo extraño, y la mordedura. No hay tiempo de evitar nada. Nada se sabe de este hombre en el principio. Se lo presenta en la acción que ya es trágica. Nos vamos a ir enterando de su vida y su forma de ser a medida que transcurre el cuento, algo que normalmente sucede al revés, primero se presenta al personaje y luego la acción. El cuento juega con la línea temporal, el narrador y el personaje irán hacia atrás, mientras el tiempo de la muerte avanza, como si quisiera escapar de las circunstancias, antes de que la muerte lo sorprenda.

El narrador, externo a las circunstancias de Paulino, contará la historia desde el punto de vista de éste, hasta llegar a meterse dentro de sus pensamientos y de sus delirios, lo que creará en el lector una sensación de inseguridad, la misma que sufre el personaje. Aunque por momentos nos da algunos anticipos del final, lo que nos hace ver que es un narrador omnisciente (sabe todo lo que sucede y lo que piensan los personajes), aunque nunca nos dice que piensa Dorotea o Alves, sabemos que los anticipos tales como “encajonan fúnebremente el río”, nos permite asegurar que ya conoce el desenlace que Paulino ignora.

Constata la presencia de su enemigo, la yararacusú, que no es otra que su verdugo que está pronto a contraatacar, aunque no hace otra cosa que también defenderse de la pisada de Paulino y de su próxima muerte, como también lo hará el protagonista.

Descubre la mordedura que comienza viendo que “dos gotitas de sangre engrosaban” y actuando por instinto de defensa mata a la víbora. El diminutivo “gotitas” refuerza la idea de indefensión: por esas dos gotitas entrará el veneno que acabe con su vida, por lo tanto no son algo que menospreciar. Por las “gotitas”, algo insignificante, su pierna se irá pudriendo y lo más preciado se irá acabando.

Estas “gotitas” serán retiradas para mostrar los “dos puntitos violetas”. Otra vez el uso del diminutivo deja a Paulino y al lector ante la sorpresa, cómo algo tan pequeño puede hacer tanto daño, y aún, cuánto daño puede hacer. Paulino lo sabe, pero una cosa es saberlo racionalmente y otra es vivirlo. El veneno no espera e invade todo el pie, y la acción de Paulino es una solución precaria. Su salvación no está eso sino en la ayuda social que pueda conseguir, y el lugar que logre alcanzar antes de la muerte.

Las grafopeyas de la herida van creciendo. De aquellos “dos puntitos” se pasa a una sensación de “tirante abultamiento” y al dolor físico que se materializa con una comparación “dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado”. Esta materialización del dolor hace pensar en lo sorpresivo, lo inesperado, lo rápido que resulta ese dolor que pretende inmovilizar al personaje sin lograrlo. La materialización del dolor ahora pasa a una materialización de la sed, algo que se siente, pero aquí se asocia al metal por lo frío (“una metálica sequedad de garganta”) y también caliente (“sed quemante”), lo que proporciona una antítesis. En esta contradicción vivirá Paulino sus últimas horas.

La última etapa de estos “puntitos violetas” es la hinchazón del pie. Parecía que la pierna fuera a explotar por lo tensa y delgada que estaba la piel. Todo el panorama se vuelve monstruoso, y no hay más remedio que buscar ayuda, con las últimas fuerzas que le quedan. Piensa en su mujer, y es aquí que comenzamos a ver que su muerte era una consecuencia inevitable de su vida. Aunque el hecho que la haya provocado hubiera sido fortuito.

Segunda parte

Busca a su mujer y el narrador intenta comprometernos afectivamente con la situación jugando con los sonidos de tal manera que la sed también la sintamos nosotros “la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca”. La aliteración (repetición) de la “r” nos reseca nuestra propia garganta y la situación se pone tensa también para nosotros que estamos a punto de descubrir que no existe una relación con la mujer con la convive.

La animación de la sed “la sed lo devoraba” nos hace pensar en que los síntomas del veneno están tomando la vida. El veneno, símbolo de la muerte, adquiere la vida que Paulino pierde.

El diálogo con Dorotea revela la relación entre ellos. Este diálogo recién nos da a conocer el nombre de los personajes, algo que hasta el momento ha sido oculto al lector. Los nombres singularizan, le dan una identidad que había sido negada. No es cualquier hombre el que muere. Es un hombre que trata a su mujer no como tal, sino como una sirvienta. No confía en ella para conseguir ayuda, no espera de ella una ayuda real. Pide caña, pero no le dice nunca lo que realmente le sucede ni por qué la pide. Esto nos muestra que no confía en ella para poder ayudarlo, tal vez para llevarlo a Tacurú Pucú. Dorotea es una mujer, obedece. La relación entre ellos está marcada por la incomunicación en la pareja, otro de los temas más queridos en la narrativa de Quiroga.

La voz de Paulino “ruge” como la de un animal en agonía, pero tal vez como siempre lo ha hecho con ella, ya que a ella no le asombra. Rápidamente cumple con su deseo de traerle caña que él no siente como tal. Paulino necesita ver la damajuana para creerle a su mujer y aceptar su situación, “bueno, esto se pone feo”. El veneno ha llegado a alterar sus sentidos, aquello que nos conecta con la vida. Así que aquellos puntitos pasaron al dolor, y ahora a los sentidos que se confunden. A partir de este momento lo que pase en el cuento se envolverá en una ola de confusión y delirio.

Una nueva comparación (“la carne desbordaba como una monstruosa morcilla”) nos presenta la situación cada vez más apremiante. Ahora la imagen es “monstruosa”, y hasta abyecta si la asociamos a la pierna de un hombre. Paulino ha querido negar su situación, pero esto se hace cada vez más difícil con una imagen así, luego de haber descubierto que ya no siente el sabor de una bebida tan fuerte como la caña.

Todos los síntomas del hombre a causa del veneno se agudizan, lo quiebran. Ya no son puntadas como relámpagos, sino “continuos relampagueos” de dolor, como si la tormenta de la muerte se avecinara a pasos agigantados. Estos dolores suben por el cuerpo, ya no son en el tobillo, ahora son en la “ingle”. Lo mismo pasa con la sed, ahora es “atroz sequedad”, y el calor aumenta también. Esto termina dándole al hombre una señal de su situación, ya no puede seguir en pié, vomita apoyado a la rueda cuando intenta incorporarse. No hay posibilidad de seguir adelante, sin embargo Paulino “pretendió incorporarse”. La lucha comienza cuando el personaje se da cuenta, cuando hace su “anagnórisis”, ahora sólo queda pelear físicamente, y si no se puede así, lo hará mentalmente.

Esta lucha queda clara en la siguiente expresión, inmediata a la constatación de la decadencia física: “Pero el hombre no quería morir”. La conjunción adversativa vuelve a negar todos los síntomas físicos. No importa cuanto el veneno quiebre el cuerpo, el hombre seguirá peleando. Esta expresión es la constatación del tema del cuento y su conflicto. No habría tal si el hombre se entregara a los primeros síntomas, no lo hace y por lo tanto el clima del cuento empieza a tensionarse a un nivel diferente. Ahora es el hombre luchando contra la muerte que sabe que es su inevitable final.

Recobra fuerzas de esa decisión y consigue subir a la canoa, pensando en una nueva alternativa, llegar a Tacurú Pucú, el lugar que simboliza la posibilidad de salvación. El poblado donde podrían socorrerlo. Ahora tenemos una nueva pista de este hombre, vive lejos de un centro poblado, tal vez una elección hecha hace mucho tiempo, lo que nos muestra el aislamiento en que se encuentra. El personaje ha elegido separarse del mundo social, alejarse de todo, por lo tanto a decidido darle la espalda al mundo, y aunque no sabemos la razón, podemos intuir que es una nueva forma de muerte. Nada de lo humano le interesa, hay algo dentro de él que estaba ya muerto. Y ahora quiere recuperarlo sólo porque se encuentra frente a la muerte, como la única posibilidad de vida. Lo social es su posibilidad de sobrevivir, y esto pertenece a un pasado. Es como si el personaje buscara recuperarlo para así recuperar su vida.

“El hombre con sombría energía”. Esta expresión nos muestra un anticipo de la muerte. La palabra “sombría” refiere a lo negativo, a la lucha triste, angustiante que vive el hombre que trata de incorporarse a pesar de sus dolencias físicas, pero estas le recuerdan su condición de hombre frágil, un nuevo vómito, pero esta vez de sangre son la señal de una lucha perdida de antemano. Paulino mira el sol y descubre que el día se está acabando, igual que su vida. Este recurso literario llamado paralelismo psicocósmico muestra la identificación del día con la vida. La vida se acaba, el día muere. Pero con una diferencia sustancial. El día volverá a nacer, el sol volverá a salir, el hombre no volverá a vivir. Así la naturaleza termina siendo infinitamente superior a la vida del hombre. La naturaleza empieza a ser un personaje más en este cuento. Acompañará al hombre solitario y será el único testigo de esta lucha.

La pierna ahora está deforme y el veneno, implacable como la muerte, sube sin dar tregua haciéndole pensar la necesidad de pedir ayuda para llegar a Tacurú Pucú. La expresión “grandes manchas lívidas” anuncian la muerte asociándolo con el color blanco. Nada es más blanco (“lívido”) que la muerte, porque el blanco es la ausencia de color, y por lo tanto de vida.

Pedir ayuda al compadre Alves es la posibilidad que se le ocurre. Un nuevo intento de recuperar su vida, ya que con este vecino está disgustado. El único contacto humano después de su esposa también está “muerto”. No ha logrado ni siquiera una comunicación con su vecino. Una nueva pista de la vida de este hombre.

Alves vive en la costa brasileña, al otro lado del río y aún así está disgustado con Paulino. No llega por sus propios medios, llega porque el río se lo permite. Está a la deriva, aunque aún no lo sabe y sigue luchando.

Le grita, pero Alves no contesta a la súplica de Paulino. Como habíamos visto, todo es confuso, el narrador siempre toma el punto de vista del protagonista, y los sentidos de este último están trastocados, por lo tanto nunca tendremos certeza si realmente gritó o creyó gritar. Tampoco sabremos si Alves escuchó o no, si estaba o no, si lo deja morir tal vez por un rencor profundo. Lo cierto es que no hay respuesta ante una súplica angustiante que hace Paulino y que nos muestra que sabe que el resentimiento puede ser grande.

La respuesta es “el silencio de la selva” que vuelve a ser un anuncio del final, el silencio de la muerte. La selva parece recordarle que no hay nada, que ha perdido todo, ayuda a la “anagnórisis” de Paulino.

No hay más remedio que seguir luchando. Vuelve a su canoa y por primera vez aparece en el texto la referencia al título: la corriente “la llevó velozmente a la deriva”. Su vida ahora depende de ese río y de la naturaleza. El final está dicho de antemano aunque el lector quisiera no creerlo, igual que el protagonista.

Tercera parte

La naturaleza empieza a tomar un papel fundamental en el cuento. El paralelismo psicocósmico se acentúa. Las anticipaciones aumentan como una certeza inevitable “cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río”. La metáfora “encajonan fúnebremente” muestran a una naturaleza que se prepara para ser el cajón de Paulino. Todo el paisaje se tiñe de negro “desde las orillas bordeabas de negros bloque de basalto, asciende el bosque, negro también”. El negro símbolo occidental de la muerte, de la oscuridad, de lo malo. Lo mismo pasa con la metáfora “la eterna muralla lúgubre”, adjetivo asociado inevitablemente a la muerte. El narrador remata su topopeya diciendo “el paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte”. La naturaleza acompaña pero también condena y manda. No importa la lucha del hombre cuando lo obvio está presente.

Esa misma naturaleza le regala a Paulino una imagen de “belleza sombría”, un oxímoron del atardecer. La naturaleza que refleja la muerte es bella, por su atardecer, pero también sombría por la vida que se pierde. La majestuosidad del paisaje crece y empequeñece a ese hombre solo con su lucha.

El paisaje, a través de un paralelismo psicocósmico, acompañará al hombre hacia su muerte “el había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío”. Todo confluye en lo mismo, el sol cae y el hombre también. El escalofrío es un nuevo anuncio de la muerte. Pero todo esto contrasta con el asombro de sentirse mejor. Todos los síntomas físicos: dolor sed empiezan a ceder, y empieza a sentir un nuevo aire que le abre el pecho. Es la mejoría de la muerte. Una especie de guiñada irónica que nos hace la muerte a los hombres que están agonizando. Casi todos tenemos alguna anécdota de algún familiar o conocido que en su agonía, antes de morir, parece mejorarse para morir un día después, o unas horas después. En esa lucha por la vida, por un momento parece que el que agoniza fuera a poder contra lo imposible.

El narrador aprovecha esta sensación de mejoría y se introduce más en el punto de vista del personaje, manteniendo al lector en la confusión feliz de que sea posible que el veneno se vaya y el enfermo se recupere casi por arte de magia, aunque queden señales físicas aún (“no tenía fuerzas para mover la mano”).

Comienza el delirio y la esperanza que no parece perder nunca. Paulino empieza a “calcular” la posibilidad de llegar a Tacurú Pucú, yendo a la deriva y contando con el favor de una naturaleza que sólo le regalará el paisaje de un atardecer.

A medida que empieza a sentirse bien, el hombre se aferra a los recuerdos, como forma de recuperar su vida, su pasado, en un clima onírico (de sueño). El dolor físico deja paso a este aspecto que nos dará una idea de su vida anterior, sin que sepamos cuál es ese motivo por el que se aisló del mundo. Lo onírico se mezcla con una vida social que alguna vez tuvo, el compadre Gaona, su ex patrón mister Dougald. Había trabajado en un obraje. Ahora era un marginal del mundo.

El paisaje le regala colores hermosos y esperanzadores, el cielo “se habría ahora en pantalla de oro”, una metáfora de la vida de un hombre que pasa como en una pantalla dorada, en el momento que él recuerda su mejor momento de la vida. Lo mismo hace el monte que le da al río una “frescura crepuscular”, que sin duda Paulino mira como algo positivo, pero que podría verse como la cercanía de la muerte. Todo se llena de sensaciones visuales (los colores), olfativas (“efluvios de azahar y miel silvestre”) y hasta auditivas (la pareja de guacamayos en silencio hacia Paraguay). El hombre ve la vida que se aleja, pero no lo interpreta así. Está en medio de tres países Argentina, Brasil y Paraguay, está en medio de la nada, a merced de los deseos de ese río que lo llevará a ninguna parte.

El río hace girar la canoa, sin hacerla avanzar, y ese mareo le permite al hombre sentirse cómodo con su actividad mental, “cada vez mejor”, él también está revolviendo, dando vueltas sobre su vida, su existencia. La naturaleza lo acompaña, a pesar de que fue agresivo el paisaje en algún momento para mostrarle su fin, ahora, en su delirio, es un paisaje que le ofrece compañía y hasta consideración. Le regala lo mejor que tiene.

En la desesperación de recuperación de su pasado, empieza un obsesión por recuperar el tiempo exacto de las cosas, algo que tal vez sea banal, pero imprescindible para que la muerte no lo lleve sin seguir luchando, con lo único que es posible hacerlo en estos momentos: sus recuerdos precisos. Cada vez va buscando la perfección, la exactitud, “tres años” no es exactamente preciso, “dos años y nueve meses”, tal vez, pero no es suficiente, y así va buscando la respuesta que le satisfaga.

Esto se va intercalando con la cruda realidad “sintió que estaba helado hasta el pecho”, la muerte se acerca y por más precisión que busque nada podrá hacer frente a la realidad.

Pero el hombre no deja de luchar, y ahora una nueva idea de precisión sobre el tiempo se posa en su cabeza: cuándo conoció a Lorenzo Cubilla, un viernes santo o un jueves. Esta referencia podría llevarnos a pensar en el simbolismo de estos dos días. El viernes santo es cuando Cristo muere, y el jueves cuando sufre toda su agonía. El hombre elige el jueves, porque tal vez en ese día Cristo aún no estaba muerto, como si su lucha personal, la de Paulino fuera hasta el último instante. Confirma que lo conoció un jueves, como si no quisiera darle nunca a la muerte la posibilidad de ganarle la partida.

Pero aún cuando él intenta ganar esta lucha desde el pensamiento, el narrador intercala estos delirios con acciones físicas: “el hombre estiró lentamente los dedos de la mano” como una señal de una vida que se escapa. Tal vez tenía los dedos apretados para que esto no sucediera, como señal de esa lucha hasta último momento. Y una vez que logra la precisión del tiempo, el narrador termina el cuento constatando lo que ya nos había sugerido desde el principio “cesó de respirar”.

La lucha del hombre por mantenerse vivo, aún cuando es segura su muerte, se ve hasta el último instante, como una actitud porfiada por continuar viviendo, con ese deseo infinito de aferrarse a la vida, aún cuando en su vida él haya elegido alejarse del mundo. Un hombre puede vivir toda la vida queriendo morir, pero no va a dejar de luchar cuando la muerte real venga. Nadie se entrega a la muerte con tanta facilidad, ni aún los suicidas.
Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris

lunes, 16 de abril de 2018

primera guerra mundial

Primera Guerra Mundial

El mapa político de Europa estaba dominado por cinco grandes potencias: Austria-Hungría, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Rusia, y una casi gran potencia: Italia. Entre estas naciones existía un inestable equilibrio de poder, y formaron alianzas para autoprotegerse. Austria-Hungría, Alemania e Italia formaron la triple Alianza. Francia, Rusia y Gran Bretaña formaron la triple Entente, un acto de amistad más que una alianza. Estaban dispuestas a ayudarse entre sí, pero en términos limitados.

Europa 1914





En agosto de 1914, casi nadie sabía cómo sería la guerra. Ningún país disponía de planes para una guerra que durase más de unos pocos meses, pues se juzgaron como innecesarios. Como única excusa de los que desencadenaron la Guerra sólo se puede decir que no tenían idea de lo que iba a ser, del dolor y ruina que iba a producir con sus cuatro años de destrucción y homicidio.
Tropas aliadas avanzan sobre una posición enemiga
Entre 1914 y 1918 se desarrolló en Europa la mayor conflagración hasta entonces conocida. Motivada por conflictos imperialistas entre las potencias europeas, la "gran guerra", como se denominó originalmente a la primera guerra mundial, implicó a toda la población de los estados contendientes, así como a la de sus colonias respectivas.
La causa inmediata que provocó el estallido de la primera guerra mundial fue el asesinato del archiduque de Austria-Hungría, Francisco Fernando, en Sarajevo, Servia (posterior Yugoslavia), el 28 de junio de 1914. Austria presentó un ultimátum a Servia y el 28 de julio de declaró la guerra.



















El sistema de alianzas militares creado en los años precedentes entró entonces en funcionamiento. Rusia ordenó la movilización de sus ejércitos contra Austria, por afinidad con sus hermanos eslavos. Alemania, aliada del imperio austro-húngaro, pidió a Rusia que detuviera sus maniobras contra Francia, en la que se concentraría el máximo de fuerzas disponibles para lograr rápidamente una victoria que permitiera al ejército dirigirse contra Rusia. El plan fue ejecutado por el general Helmuth von Moltke, que dejó al ejército austriaco encargado de contener a los rusos en el frente oriental y dirigió la mayor parte de sus tropas contra Francia. El ejército francés, al mando del general Joseph-Jacques-Césaire Joffre, se dispuso a su vez a aplicar el plan XVII, contraataque centrado en el Marne.
Los alemanes iniciaron su ofensiva occidental con la toma de Leija el 16 de agosto de 1914. El 20 de agosto de este año entraron en Bruselas y tomaron Namur. La defensa francesa fue arrollada, pero en septiembre, cuando la balanza parecía inclinarse del lado alemán, el ejército de Joffre consiguió rechazar la ofensiva alemana en la primera batalla del Marne. El general alemán Erich von Falkenhaynm que sucedió a Moltke como jefe del estado mayor del ejército, hizo frente a una nueva ofensiva anglo-francesa. Tras las batallas de Yser e Ypres se estabilizó un frente que iba desde el canal de la Mancha hasta Suiza.



Los países que participaron en la Primera Guerra Mundial fueron:Alemania
Austria
Gran Bretaña
Francia
Bélgica
Rusia
Yugoslavia
Japón
Polonia



Causas y consecuencias de la Primera Guerra Mundial

El desarrollo industrial y la competencia neocolonialista generaron tensiones y rivalidades en un mundo en la que ya no quedaba nada por repartir a nivel de mercados y colonias.
El nacionalismo se vivía en las grandes potencias y también en los pequeños países sometidos a los grandes.
La causa inmediata de la guerra fue el asesinato de Francisco Fernando (heredero del trono de Austria) y su esposa a manos de un estudiante serbio Sarajevo.
· Los vencedores se repartieron las posesiones de los vencidos.
· A nivel internacional desaparecieron los Imperios de Austria-Hungría y Turco Otomano.
· Desaparecieron las viejas y poderosas dinastías europeas.
· Estados Unidos se afianzó como gran potencia mundial. Gran Bretaña conservó la supremacía marítima y Francia aumentó su poder luego de ver aniquilada a su tradicional enemiga.
La guerra de 1914-18 ocasionó innumerables destrucciones y la muerte de unos 9 millones de personas. El proletariado de todos los países beligerantes fue la clase social que más rudamente tuvo que sufrir las consecuencias, y en algunos países intentó apoderarse del Estado. Pero sólo el partido comunista ruso, dirigido por Lenin, consiguió sus propósitos. En otros países las clases dirigentes pudieron aplastar los movimientos de revuelta de las masas populares. Paralelamente la guerra aceleró los movimientos de liberación nacional.



Línea del Tiempo en la época de la Primera Guerra Mundial
1911
Revolución china del Dr. Sun Yat Sen
1912
Se proclama la Republica China
1914
Asesinato de Francisco Fernando en Yugoslavia
1917
Revolución Rusa de Octubre
1918
Tratado de Brest-Litovsk
1918
Fin de la guerra
1919
Firma del tratado de Versalles

Los años de Estabilización
A comienzos de 1915, los rusos, amenazados por los turcos en el Cáucaso, pidieron a los británicos una acción rápida contra Turquía. En el Reino Unido, y poco después en Francia, se aprobó el plan de ataque de Winston Churchill. En febrero, una expedición naval tomó las fortalezas situadas en la entrada de los Dardanuelos. Sin embargo, los turcos resistieron en el interior, con lo que también aquí se estabilizó el frente.
Desde fines de 1914, demostrada la inviabilidad del plan de Schlieffen, Falkenhayn vio la conveniencia de desarrollar las operaciones en el frente oriental. Los alemanes se mantuvieron en general a la defensiva en el frente occidental y concentraron sus esfuerzos contra los rusos, a quienes derrotaron rompiendo su frente y obligándolos a retirarse en una línea que iba desde el mar Báltico hasta Chernovtsi, en la frontera rumana.
En 1915, Italia declaró la guerra a Austria. El avance italiano hacia el este pronto fue detenido, lo que supuso el inicio de una guerra de trincheras en torno al río Isonzo. En septiembre, los imperios centrales firmaron un tratado con Bulgaria y ocuparon Servia. Los aliados enviaron ayuda a través de Tesalónica, pero no consiguieron llegar hasta los servicios.
Durante el invierno de 1915-1916, Falkenhayn dirigió su acción contra Francia en una ofensiva de desgaste que se inició el 21 de febrero de 1916 en Verdún, cuya defensa fue confiada al general francés Philippe Pétain. Pero la ofensiva de los aliados en el Somme distrajo la atención de los alemanes, que perdieron así su gran oportunidad. En el verano de 1916 tuvo también lugar la confrontación entre la flota alemana y al británica en la batalla naval de Jutlandia, en el mar del Norte, que ambos contendientes consideraron como una victoria.
En el frente oriental, en 1916 los rusos iniciaron una importante operación de ataque, dirigida por A.A. Brúsilov, que tuvo como resultado indirecto la entrada de Rumania en la guerra a favor de los aliados.

De enero a mayo de 1917, la estrategia aliada en el frente occidental consistía en que el ejército británico hiciese ataques preparatorios, reservándose a los franceses una ofensiva mayor en la región de Champagne. La batalla de Arrás, con la que se inició la ofensiva británica el 9 de abril de 1917, fracasó totalmente, y los aliados adoptaron una estrategia defensiva elaborada por Pétain.
El hundimiento de tres barcos mercantes estadounidenses por los submarinos alemanes provocó la declaración de guerra de los Estados Unidos a Alemania el 6 de abril de 1917.
En el frente oriental, la revolución rusa supuso un respiro para los imperios centrales. El armisticio firmado en Brest-Litovsk el 15 de diciembre de 1917 benefició a Alemania, que quería la paz en el este para transferir tropas al frente occidental, así como al partido bolchevique ruso, que la deseaba para consolidar su régimen.
En el frente occidental, los británicos iniciaron de junio a diciembre de 1917 una ofensiva en Flandes que se cerró con una operación de gran significado para el futuro: la batalla de Cambray, donde se utilizaron por primera vez carros de combate.
Entre mayo de 1917 y septiembre de 1918 se iniciaron movimientos de paz por parte del emperador austriaco Carlos I y del papa Benedicto XV. A lo largo de 1918, el presidente Woodrow Wilson formuló sus famosos "catorce puntos", donde definía las bases de la paz, indicando soluciones para los problemas originados por la guerra.
Las últimas ofensivas y la victoria aliada
En el frente occidental, de marzo a septiembre de 1918, el mayor problema de los aliados era cómo hacer frente a una inminente ofensiva alemana antes de la llegada de refuerzos de los Estados Unidos. Ludendorff decidió atacar, aprovechando la ventaja derivada de la transferencia de tropas del frente oriental. Lanzó una serie de ofensivas que culminaron en la segunda batalla del Marne, pero los aliados recuperaron la iniciativa con la llegada de fuerzas estadounidenses al mando del general John J. Pershing. Ludendorff se convenció de la necesidad urgente de la paz negociada. En todos los demás frentes, los aliados iniciaron ofensivas que contribuyeron a minar las fuerzas alemanas y austro-húngaras. En Italia, las fuerzas austriacas se amotinaron a fines de octubre de 1918, y el alto mando ordenó la retirada general.
El imperio austro-húngaro comenzó a desmoronarse. Sus diversas nacionalidades (eslavos del sur, checos y polacos) proclamaron la independencia, con lo que los territorios de Austria y Hungría quedaron muy mermados.

La ofensiva final en el frente occidental consistió por parte de los aliados en ataques convergentes contra las posiciones alemanas al oeste de la línea que iba de Ypres a Verdún. El 3 de octubre de 1918, el canciller alemán, el príncipe Maximiliano de Badén, envió una nota a Wilson en la que pedía el armisticio y el establecimiento de negociaciones de paz. El 27 de octubre, Alemania consintió en aceptar las condiciones de Wilson para el armisticio, el cual debía formularse unilateralmente por los Estados Unidos y los aliados. Las negociaciones se entablarían con un gobierno representativo del pueblo alemán y los términos deberían hacer a Alemania incapaz de reanudar las hostilidades.
El 9 de noviembre, Guillermo II decidió abdicar al tiempo que se extendía por Alemania una revolución proletaria que sería finalmente sofocada por grupos contrarrevolucionarios y militares. En Europa comenzaron los preparativos para la conferencia de paz de Versalles.
La guerra mundial había causado cerca de diez millones de muertos y varios millones más de heridos, en su mayoría jóvenes, principalmente de Rusia, Alemania, Francia y el Reino Unido. Las pérdidas materiales fueron también cuantiosas en los países beligerantes. Por otra parte, la contienda había generado un intenso desarrollo de los instrumentos y técnicas de guerra: por primera vez participaron de forma activa en el combate los fusiles de repetición, las ametralladoras, los gases asfixiantes, los tanques, los dirigibles y los aviones, y también por primera vez se practicaron la guerra de posiciones y los bombardeos de ciudades. La exacerbación del patriotismo y la movilización de la sociedad civil fueron otras novedades de la primera guerra mundial.

Europa 1919
































El período entre guerras
Las frustraciones ocurridas después de la Gran Guerra, sumadas a los profundos problemas sociales y económicos, destruyeron las frágiles democracias de algunos países europeos, sustituyéndolas por regímenes totalitarios de extrema derecha como el fascismo italiano y el nazismo alemán. En la Unión Soviética se desarrolló una dictadura de extrema izquierda representada por el estalinismo.
En el plano económico, tuvo lugar una profunda crisis que puso a prueba el sistema capitalista: la crisis de 1929 que, iniciada en los Estados Unidos, se extendió prácticamente por todo el mundo.
Se puede dividir la etapa que separa el final de la primera guerra mundial del comienzo de la segunda en dos grandes períodos: entre 1919 y 1929, tras unos pocos años de crisis y reordenamientos, las relaciones entre las potencias europeas y la situación general mejoraron considerablemente; a partir de 1929 una crisis económica generó nuevos conflictos y se entró en una etapa que condujo a un nuevo estallido bélico.
La Sociedad de las Naciones, creada por el tratado de Versalles, era una entidad que tenía su sede en Ginebra (Suiza). En su estructura pronto aparecieron fisuras: los Estados Unidos no participaron en ella, pues el Senado norteamericano no aceptó los compromisos adquiridos por el presidente Wilson y el nuevo gobierno, encabezado por el presidente Harding inició una política de aislamiento. Alemania fue aceptada como estado miembro en 1925, pero -a igual que Japón e Italia- se retiró de ella al iniciar una política expansionista en la década siguiente.
La Sociedad de las Naciones no pudo evitar el estallido de nuevos conflictos internacionales ni cumplir la misión pacificadora para la que había sido concebida.
Los Estallidos Totalitarios
Ideologías totalitarias de distinto signo se impusieron en tres naciones europeas: Rusia, Italia y Alemania. Con profundas diferencias entre ellos, estos sistemas tuvieron como denominador común la supresión de la libertad política y el papel de preponderante del Estado controlado por un solo partido.

La Guerra de Trincheras
Durante la Primera Guerra Mundial se inició una larga guerra de trincheras, a la vieja usanza, aunque ya se ven alambradas fuera de las trincheras separando éstas de la "tierra de nadie", como se observa en la ilustración. Puede notarse una de las más importantes innovaciones: los soldados ya se tocan con los cascos de hacer, las clásicas "borgollotas" francesas y máscaras anti gas. Recordemos que en aquella guerra se inició la inhumana práctica de usar gases para atacar al enemigo. En realidad hemos de recordar que TODAGUERRA ES INHUMANA Y CRUEL.
Guerra de Trincheras





Guerra de trincheras
En la I Guerra Mundial se cavaban trincheras a lo largo del frente del campo de batalla para proteger a las tropas del fuego mortífero de la artillería y las ametralladoras. Detrás de las trincheras de primera línea se encontraban las trincheras cubiertas, que proporcionaban una segunda línea defensiva en el caso de que el enemigo asaltara la primera. Su anchura era de 1,8 a 2,5 metros. Las tropas que no estaban de servicio vivían en los refugios subterráneos de las trincheras de apoyo. Los suministros, alimentos y las tropas de reemplazo eran trasladados al frente a través de una red de trincheras de reserva y comunicaciones. El área que se encontraba entre las trincheras de ambos combatientes era tierra de nadie; intentar cruzar este terreno solía acarrear la muerte, puesto que estaba cubierto de alambradas y los soldados pasaban a ser un blanco fácil para el enemigo.
Frente Occidental
Las tropas alemanas empezaron su ataque tratando de invadir Francia, en efecto en septiembre pudieron ver la punta de la torre Eiffel. Pero no pasaron más allá. Los alemanes invadieron Bélgica el 4 de agosto y prosiguieron su avance. Luego los británicos tuvieron que retroceder hasta el norte de París. Por su parte los franceses se habían concentrado en el río Marne.
Al ser rechazados, los alemanes viraron al norte para rodear las líneas aliadas, pero fueron detenidos en la sangrienta batalla de Ypres. Posteriormente, los ejércitos rivales se atrincheraron en una línea que iba desde la costa belga hasta Suiza, y durante los cuatro años siguientes rara vez cambiaron de posición más de quince kilómetros.
Se libraron feroces y prolongadas batallas cada vez que alguno de los bandos lanzaba un ataque de importancia y las cifras de muertos, heridos y desaparecidos eran gigantes. En 1916, los franceses soportaron por meses un incesante ataque alemán en Verdún, al costo de un tercio de millón de hombres. Posteriormente, los alemanes resistieron una contraofensiva británica en el Somme. Perdieron casi medio millón de hombres. Pero las bajas aliadas sumaron 623.000.


Estrategia de la Frente Occidental
La estrategia alemana en el frente occidental consistía en atravesar Bélgica con sus fuerzas para flanquear y destruir al Ejército francés. Tras una fase de indecisión, los franceses lograron contener a los alemanes y la lucha en el frente occidental degeneró en una guerra de trincheras. Entre 1914 y 1918, ambos contendientes construyeron una red de trincheras en el frente, que se extendía a lo largo de unos 800 Km., desde Suiza hasta el mar del Norte. La situación en el campo de batalla permaneció estacionaria durante todo el periodo.


El Frente Oriental
A los diez días de entrar en la Primera Guerra Mundial, Rusia tenía dos gigantescos ejércitos en acción contra las Potencias Centrales en el este. Aunque las líneas rusas de aprovisionamiento no estaban adecuadamente organizadas, un ejército invadió Prusia Oriental y el otro Galicia.
Estas acciones obligaron a los alemanes a retirar partes de sus fuerzas desde el Frente Occidental. En la lucha que siguió, los rusos lograron rápidos triunfos.
Estas acciones obligaron a los alemanes a retirar partes de sus fuerzas desde el Frente Occidental. En la lucha que siguió, los rusos lograron rápidos triunfos.
Luego Hinderburg y Lundendorff asumieron al mando de las fuerzas alemanas y aplastaron a los rusos en las batallas de Tannemberg y los Lagos Masurianos. En Galicia los rusos derrotaron a las fuerzas austro-húngaras en la batalla de Lemberg.
Por su parte los serbios rechazaron tres intentos de invasión de los austriacos. En 1915, el mariscal de campo August con Mackensen, a cargo de los ejércitos combinados austro-húngaros, expulsó a los rusos de Galicia, Polonia y Lituania, y para fines del año Serbia había sido conquistada.
La brillante ofensiva de Brusilov en 1916, volcó momentáneamente las cosas a favor de los rusos pero, a fines de es año, el Frente Oriental que se extendía desde el Báltico al Mar de Azov, había sido hecho retroceder mil kilómetros hacia el este.
Para Rusia, la guerra finalizó formalmente con la firma del tratado de Brest Livotsk, el 3 de marzo de 1918. Por este tratado, Finlandia, Estonia, Letonia, Polonia, Lituania, y Ucrania, anteriormente partes del imperio ruso, pasaban a ser naciones independientes. El zar había sido depuesto y el tratado fue firmado por León Trotsky en representación de los comunistas.



Estrategia de la Frente Oriental
Durante la I Guerra Mundial, las tropas rusas lanzaron una ofensiva sobre las fuerzas alemanas en 1914. El éxito inicial de los ataques rusos les permitió apoderarse de Polonia e iniciar los preparativos para conquistar Hungría. Los alemanes recibieron refuerzos austriacos en 1915 y las fuerzas conjuntas austro-alemanas expulsaron a los rusos de Polonia. Éstos sufrieron unas pérdidas tan elevadas en el frente oriental que mermaron significativamente su capacidad para intervenir en el resto de la contienda.
TRATADO DE VERSALLES
Con este tratado se dio fin a la Primera Guerra Mundial de 1914-1918. Cuatro estadistas lo confirieron: Wilson presidente de los Estados Unidos, Lloyd George por Inglaterra, Clemenceau por Francia y Orlando por Italia, representando a las potencias más importantes.
Este tratado fue el resultado de un armisticio que solicito Alemania, al ver agotados todos sus recursos, pero que en realidad, fue una verdadera rendición. Las condiciones finales se discutieron en París en un congreso de delegados de todas las naciones que directa o indirectamente habían participado en la guerra, todos excepto los vencidos. Estos tuvieron que aceptar los tratados que se habían redactado por los vencedores, sin poder participar en las discusiones. Fue un juicio que condenó a los criminales (los vencidos) sin concederles el derecho de defensa. Los alemanes lo llaman el Diktat, lo que quiere decir "condena".
El tratado de Versalles fue juzgado severamente, he aquí lo que The World comentaba en aquellos días: "En toda la historia de la diplomacia no existe un tratado que pueda calificarse con más justicia de crimen internacional, como ese estrafalario documento que se quiere hacer firmar a los alemanes". Muchos autores juzgan que éste tratado es el que da origen a la catastrófica Segunda Guerra Mundial del siglo XX debido a sus deficiencias y errores.

La Sociedad de Naciones
Esta agrupación de países fue establecida a propuesta de presidente Wilson, para evitar guerras en el futuro. La sede de la misma estaba en Ginebra y su propósito fue resolver, mediante la discusión pacifica, los conflictos entre naciones.

La Oficina Internacional del Trabajo formó parte de la Sociedad, así como en El Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, que arreglaría jurídicamente los desacuerdos por cuestión de límites y otros pleitos entre naciones.
La Sociedad de naciones fracasó según veremos porque carecía de medios para hacer valer sus decisiones. Incluso su creador no logro que su país formara parte de ella. El Senado de los Estados Unidos se negó a ratificar el Tratado de Versalles, principalmente porque no quería compromisos con bloques europeos mundiales que pudieran limitar las libres decisiones norteamericanas.


HECHOS SIGNIFICATIVOS DE LA
PRIMERA GUERRA
(1914-1918)


Hay muchos factores que considerar en los orígenes y causas de la I Guerra Mundial: ninguno de ellos es suficiente, y todos son contaminantes. Uno es la continuación histórica de de los grandes conflictos de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en donde potencias centrales en torno a Alemania se encontraban frente a aliados en torno a Rusia, Francia y Gran Bretaña. Otro, un poco dudoso, es el enfrentamiento de democracias y autoritarismo.
Un factor clave es la lucha imperialista por el reparto del Mundo, ya que en efecto, en 1914 Europa dominaba el mundo, salvo por los Estados Unidos y el Japón, y las riquezas estaban irregularmente distribuidas. Además, algunos
Países veían en la guerra la posibilidad de resolver sus conflictos internos.
Sus principales protagonistas: el emperador de Austria Francisco José, el zar Nicolás II de Rusia y el Káiser Guillermo II de Alemania
La Gran Guerra duró cuatro años, que los tratadistas militares dividen en tres períodos: En los primeros meses, guerra de movimientos; en los tres años siguientes guerra de posiciones o trincheras y el período de ofensiva alemana y contraofensiva aliada que en un plazo de catorce semanas y gracias a la intervención de los Estados Unidos, terminó con las potencias centrales y las redujo a un estado de postración. De este estado de postración y de los tratados de paz subsiguientes iba a salir el fenómeno del nazismo.
Los tratados de paz no fueron fáciles: las potencias vencedoras no estaban de acuerdo entre sí sobre el reparto de los territorios de los perdedores y sobre el destino de Alemania. Francia pretendía el desmembramiento de su enemiga y por su parte Gran Bretaña y Estados Unidos veían ya la necesidad de conservarla como nación fuerte para el comunismo, tesis que se repetiría al final de la II Guerra Mundial
Finalmente el Tratado de Versalles decidió el reparto de territorios y colonias de Alemania, la reducción de su ejército a 10.000 hombres y la obligación germana de pagar indemnizaciones de guerra por las reparaciones a los daños hechos a los aliados.
Los cambios que produjo esta guerra fueron: la revolución bolchevique (comunista) en Rusia, la entrada de los Estados Unidos en Europa y, por supuesto, las bases para la II Guerra Mundial. Una vez más, una guerra de enorme envergadura no había acabado las contradicciones, sino que, además de aumentarlas, creó otras nuevas.

Horacio Quiroga "A la deriva"

Quiroga - Análisis de "A la deriva"

Análisis de “A la deriva” – Quiroga


El tema central de este cuento es la lucha del hombre por sobrevivir, la agonía. Esta palabra proviene de la griega “agón” que significa lucha. Esta lucha desesperada por ganarle a la muerte unos instantes más de vida, por no entregarse aunque todas las circunstancias estén así dadas. La naturaleza, marco de este cuento, no será otra que el verdugo y la tumba de un hombre, que nada puede hacer en su soledad contra la muerte. La naturaleza será su discreto enterrador.

El título “A la deriva” nos muestra esta soledad de ese hombre indefenso, sin un rumbo cierto, entregado a las circunstancias fortuitas que le toque vivir. El hombre del cuento, Paulino, estará a la deriva, no sólo en su muerte, sino también en su vida, ya que antes de que la víbora lo pique, podría decirse que está muerto en vida. Nada lo sostenía vivo. Su relación con su mujer y con el compadre Alves no existe, y debe recurrir a un pasado muy lejano para tratar de aferrarse a la vida que se va. El personaje se encuentra muerto socialmente y quizás hasta muy profundamente en su interior antes de morir físicamente. Este es una impronta común en los textos de Quiroga. En muchos cuentos sus personajes están muertos antes de que la muerte física llegue, basta recordar “El almohadón de plumas”.

Podríamos encontrar en el cuento tres grandes partes.

La primera: la mordedura y los efectos del veneno.

La segunda: su intento por sobrevivir en el ámbito social – su relación con su mujer y el compadre Alves.

La tercera: su agonía. La naturaleza y su intento por luchar contra la muerte a través del recuerdo.

Primera parte

El texto comienza con una repetición al comienzo de cada párrafo: “El hombre”. Si esto fuera una poesía podríamos decir que es una anáfora (repetición al principio de cada verso). Pero no lo es. Esta repetición deja entrever la fragilidad de lo humano. El hombre ante las circunstancias es frágil, su mundo puede destruirse en un instante, y muy lejos queda la idea de inmortalidad con la que vive siempre. Está indefenso y es sólo un hombre, como podría ser cualquiera de nosotros.

Quiroga manifestaba en su “Decálogo del perfecto cuentista” que tan importante son las tres primeras líneas de un cuento, como las tres últimas. Desde el principio el final está descubierto, porque lo que importa no es el final sino el trayecto que el personaje sigue. Así que desde el momento que el narrador dice “El hombre pisó algo blanduzco” el final es obvio, no existe otra posibilidad que la muerte, aunque durante todo el cuento el lector esté esperando que eso no suceda y que logre llegar a Tacurú Pucú y conseguir ayuda. Todo se precipita desde el principio, “lo blanduzco”, lo extraño, y la mordedura. No hay tiempo de evitar nada. Nada se sabe de este hombre en el principio. Se lo presenta en la acción que ya es trágica. Nos vamos a ir enterando de su vida y su forma de ser a medida que transcurre el cuento, algo que normalmente sucede al revés, primero se presenta al personaje y luego la acción. El cuento juega con la línea temporal, el narrador y el personaje irán hacia atrás, mientras el tiempo de la muerte avanza, como si quisiera escapar de las circunstancias, antes de que la muerte lo sorprenda.

El narrador, externo a las circunstancias de Paulino, contará la historia desde el punto de vista de éste, hasta llegar a meterse dentro de sus pensamientos y de sus delirios, lo que creará en el lector una sensación de inseguridad, la misma que sufre el personaje. Aunque por momentos nos da algunos anticipos del final, lo que nos hace ver que es un narrador omnisciente (sabe todo lo que sucede y lo que piensan los personajes), aunque nunca nos dice que piensa Dorotea o Alves, sabemos que los anticipos tales como “encajonan fúnebremente el río”, nos permite asegurar que ya conoce el desenlace que Paulino ignora.

Constata la presencia de su enemigo, la yararacusú, que no es otra que su verdugo que está pronto a contraatacar, aunque no hace otra cosa que también defenderse de la pisada de Paulino y de su próxima muerte, como también lo hará el protagonista.

Descubre la mordedura que comienza viendo que “dos gotitas de sangre engrosaban” y actuando por instinto de defensa mata a la víbora. El diminutivo “gotitas” refuerza la idea de indefensión: por esas dos gotitas entrará el veneno que acabe con su vida, por lo tanto no son algo que menospreciar. Por las “gotitas”, algo insignificante, su pierna se irá pudriendo y lo más preciado se irá acabando.

Estas “gotitas” serán retiradas para mostrar los “dos puntitos violetas”. Otra vez el uso del diminutivo deja a Paulino y al lector ante la sorpresa, cómo algo tan pequeño puede hacer tanto daño, y aún, cuánto daño puede hacer. Paulino lo sabe, pero una cosa es saberlo racionalmente y otra es vivirlo. El veneno no espera e invade todo el pie, y la acción de Paulino es una solución precaria. Su salvación no está eso sino en la ayuda social que pueda conseguir, y el lugar que logre alcanzar antes de la muerte.

Las grafopeyas de la herida van creciendo. De aquellos “dos puntitos” se pasa a una sensación de “tirante abultamiento” y al dolor físico que se materializa con una comparación “dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado”. Esta materialización del dolor hace pensar en lo sorpresivo, lo inesperado, lo rápido que resulta ese dolor que pretende inmovilizar al personaje sin lograrlo. La materialización del dolor ahora pasa a una materialización de la sed, algo que se siente, pero aquí se asocia al metal por lo frío (“una metálica sequedad de garganta”) y también caliente (“sed quemante”), lo que proporciona una antítesis. En esta contradicción vivirá Paulino sus últimas horas.

La última etapa de estos “puntitos violetas” es la hinchazón del pie. Parecía que la pierna fuera a explotar por lo tensa y delgada que estaba la piel. Todo el panorama se vuelve monstruoso, y no hay más remedio que buscar ayuda, con las últimas fuerzas que le quedan. Piensa en su mujer, y es aquí que comenzamos a ver que su muerte era una consecuencia inevitable de su vida. Aunque el hecho que la haya provocado hubiera sido fortuito.

Segunda parte

Busca a su mujer y el narrador intenta comprometernos afectivamente con la situación jugando con los sonidos de tal manera que la sed también la sintamos nosotros “la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca”. La aliteración (repetición) de la “r” nos reseca nuestra propia garganta y la situación se pone tensa también para nosotros que estamos a punto de descubrir que no existe una relación con la mujer con la convive.

La animación de la sed “la sed lo devoraba” nos hace pensar en que los síntomas del veneno están tomando la vida. El veneno, símbolo de la muerte, adquiere la vida que Paulino pierde.

El diálogo con Dorotea revela la relación entre ellos. Este diálogo recién nos da a conocer el nombre de los personajes, algo que hasta el momento ha sido oculto al lector. Los nombres singularizan, le dan una identidad que había sido negada. No es cualquier hombre el que muere. Es un hombre que trata a su mujer no como tal, sino como una sirvienta. No confía en ella para conseguir ayuda, no espera de ella una ayuda real. Pide caña, pero no le dice nunca lo que realmente le sucede ni por qué la pide. Esto nos muestra que no confía en ella para poder ayudarlo, tal vez para llevarlo a Tacurú Pucú. Dorotea es una mujer, obedece. La relación entre ellos está marcada por la incomunicación en la pareja, otro de los temas más queridos en la narrativa de Quiroga.

La voz de Paulino “ruge” como la de un animal en agonía, pero tal vez como siempre lo ha hecho con ella, ya que a ella no le asombra. Rápidamente cumple con su deseo de traerle caña que él no siente como tal. Paulino necesita ver la damajuana para creerle a su mujer y aceptar su situación, “bueno, esto se pone feo”. El veneno ha llegado a alterar sus sentidos, aquello que nos conecta con la vida. Así que aquellos puntitos pasaron al dolor, y ahora a los sentidos que se confunden. A partir de este momento lo que pase en el cuento se envolverá en una ola de confusión y delirio.

Una nueva comparación (“la carne desbordaba como una monstruosa morcilla”) nos presenta la situación cada vez más apremiante. Ahora la imagen es “monstruosa”, y hasta abyecta si la asociamos a la pierna de un hombre. Paulino ha querido negar su situación, pero esto se hace cada vez más difícil con una imagen así, luego de haber descubierto que ya no siente el sabor de una bebida tan fuerte como la caña.

Todos los síntomas del hombre a causa del veneno se agudizan, lo quiebran. Ya no son puntadas como relámpagos, sino “continuos relampagueos” de dolor, como si la tormenta de la muerte se avecinara a pasos agigantados. Estos dolores suben por el cuerpo, ya no son en el tobillo, ahora son en la “ingle”. Lo mismo pasa con la sed, ahora es “atroz sequedad”, y el calor aumenta también. Esto termina dándole al hombre una señal de su situación, ya no puede seguir en pié, vomita apoyado a la rueda cuando intenta incorporarse. No hay posibilidad de seguir adelante, sin embargo Paulino “pretendió incorporarse”. La lucha comienza cuando el personaje se da cuenta, cuando hace su “anagnórisis”, ahora sólo queda pelear físicamente, y si no se puede así, lo hará mentalmente.

Esta lucha queda clara en la siguiente expresión, inmediata a la constatación de la decadencia física: “Pero el hombre no quería morir”. La conjunción adversativa vuelve a negar todos los síntomas físicos. No importa cuanto el veneno quiebre el cuerpo, el hombre seguirá peleando. Esta expresión es la constatación del tema del cuento y su conflicto. No habría tal si el hombre se entregara a los primeros síntomas, no lo hace y por lo tanto el clima del cuento empieza a tensionarse a un nivel diferente. Ahora es el hombre luchando contra la muerte que sabe que es su inevitable final.

Recobra fuerzas de esa decisión y consigue subir a la canoa, pensando en una nueva alternativa, llegar a Tacurú Pucú, el lugar que simboliza la posibilidad de salvación. El poblado donde podrían socorrerlo. Ahora tenemos una nueva pista de este hombre, vive lejos de un centro poblado, tal vez una elección hecha hace mucho tiempo, lo que nos muestra el aislamiento en que se encuentra. El personaje ha elegido separarse del mundo social, alejarse de todo, por lo tanto a decidido darle la espalda al mundo, y aunque no sabemos la razón, podemos intuir que es una nueva forma de muerte. Nada de lo humano le interesa, hay algo dentro de él que estaba ya muerto. Y ahora quiere recuperarlo sólo porque se encuentra frente a la muerte, como la única posibilidad de vida. Lo social es su posibilidad de sobrevivir, y esto pertenece a un pasado. Es como si el personaje buscara recuperarlo para así recuperar su vida.

“El hombre con sombría energía”. Esta expresión nos muestra un anticipo de la muerte. La palabra “sombría” refiere a lo negativo, a la lucha triste, angustiante que vive el hombre que trata de incorporarse a pesar de sus dolencias físicas, pero estas le recuerdan su condición de hombre frágil, un nuevo vómito, pero esta vez de sangre son la señal de una lucha perdida de antemano. Paulino mira el sol y descubre que el día se está acabando, igual que su vida. Este recurso literario llamado paralelismo psicocósmico muestra la identificación del día con la vida. La vida se acaba, el día muere. Pero con una diferencia sustancial. El día volverá a nacer, el sol volverá a salir, el hombre no volverá a vivir. Así la naturaleza termina siendo infinitamente superior a la vida del hombre. La naturaleza empieza a ser un personaje más en este cuento. Acompañará al hombre solitario y será el único testigo de esta lucha.

La pierna ahora está deforme y el veneno, implacable como la muerte, sube sin dar tregua haciéndole pensar la necesidad de pedir ayuda para llegar a Tacurú Pucú. La expresión “grandes manchas lívidas” anuncian la muerte asociándolo con el color blanco. Nada es más blanco (“lívido”) que la muerte, porque el blanco es la ausencia de color, y por lo tanto de vida.

Pedir ayuda al compadre Alves es la posibilidad que se le ocurre. Un nuevo intento de recuperar su vida, ya que con este vecino está disgustado. El único contacto humano después de su esposa también está “muerto”. No ha logrado ni siquiera una comunicación con su vecino. Una nueva pista de la vida de este hombre.

Alves vive en la costa brasileña, al otro lado del río y aún así está disgustado con Paulino. No llega por sus propios medios, llega porque el río se lo permite. Está a la deriva, aunque aún no lo sabe y sigue luchando.

Le grita, pero Alves no contesta a la súplica de Paulino. Como habíamos visto, todo es confuso, el narrador siempre toma el punto de vista del protagonista, y los sentidos de este último están trastocados, por lo tanto nunca tendremos certeza si realmente gritó o creyó gritar. Tampoco sabremos si Alves escuchó o no, si estaba o no, si lo deja morir tal vez por un rencor profundo. Lo cierto es que no hay respuesta ante una súplica angustiante que hace Paulino y que nos muestra que sabe que el resentimiento puede ser grande.

La respuesta es “el silencio de la selva” que vuelve a ser un anuncio del final, el silencio de la muerte. La selva parece recordarle que no hay nada, que ha perdido todo, ayuda a la “anagnórisis” de Paulino.

No hay más remedio que seguir luchando. Vuelve a su canoa y por primera vez aparece en el texto la referencia al título: la corriente “la llevó velozmente a la deriva”. Su vida ahora depende de ese río y de la naturaleza. El final está dicho de antemano aunque el lector quisiera no creerlo, igual que el protagonista.

Tercera parte

La naturaleza empieza a tomar un papel fundamental en el cuento. El paralelismo psicocósmico se acentúa. Las anticipaciones aumentan como una certeza inevitable “cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río”. La metáfora “encajonan fúnebremente” muestran a una naturaleza que se prepara para ser el cajón de Paulino. Todo el paisaje se tiñe de negro “desde las orillas bordeabas de negros bloque de basalto, asciende el bosque, negro también”. El negro símbolo occidental de la muerte, de la oscuridad, de lo malo. Lo mismo pasa con la metáfora “la eterna muralla lúgubre”, adjetivo asociado inevitablemente a la muerte. El narrador remata su topopeya diciendo “el paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte”. La naturaleza acompaña pero también condena y manda. No importa la lucha del hombre cuando lo obvio está presente.

Esa misma naturaleza le regala a Paulino una imagen de “belleza sombría”, un oxímoron del atardecer. La naturaleza que refleja la muerte es bella, por su atardecer, pero también sombría por la vida que se pierde. La majestuosidad del paisaje crece y empequeñece a ese hombre solo con su lucha.

El paisaje, a través de un paralelismo psicocósmico, acompañará al hombre hacia su muerte “el había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío”. Todo confluye en lo mismo, el sol cae y el hombre también. El escalofrío es un nuevo anuncio de la muerte. Pero todo esto contrasta con el asombro de sentirse mejor. Todos los síntomas físicos: dolor sed empiezan a ceder, y empieza a sentir un nuevo aire que le abre el pecho. Es la mejoría de la muerte. Una especie de guiñada irónica que nos hace la muerte a los hombres que están agonizando. Casi todos tenemos alguna anécdota de algún familiar o conocido que en su agonía, antes de morir, parece mejorarse para morir un día después, o unas horas después. En esa lucha por la vida, por un momento parece que el que agoniza fuera a poder contra lo imposible.

El narrador aprovecha esta sensación de mejoría y se introduce más en el punto de vista del personaje, manteniendo al lector en la confusión feliz de que sea posible que el veneno se vaya y el enfermo se recupere casi por arte de magia, aunque queden señales físicas aún (“no tenía fuerzas para mover la mano”).

Comienza el delirio y la esperanza que no parece perder nunca. Paulino empieza a “calcular” la posibilidad de llegar a Tacurú Pucú, yendo a la deriva y contando con el favor de una naturaleza que sólo le regalará el paisaje de un atardecer.

A medida que empieza a sentirse bien, el hombre se aferra a los recuerdos, como forma de recuperar su vida, su pasado, en un clima onírico (de sueño). El dolor físico deja paso a este aspecto que nos dará una idea de su vida anterior, sin que sepamos cuál es ese motivo por el que se aisló del mundo. Lo onírico se mezcla con una vida social que alguna vez tuvo, el compadre Gaona, su ex patrón mister Dougald. Había trabajado en un obraje. Ahora era un marginal del mundo.

El paisaje le regala colores hermosos y esperanzadores, el cielo “se habría ahora en pantalla de oro”, una metáfora de la vida de un hombre que pasa como en una pantalla dorada, en el momento que él recuerda su mejor momento de la vida. Lo mismo hace el monte que le da al río una “frescura crepuscular”, que sin duda Paulino mira como algo positivo, pero que podría verse como la cercanía de la muerte. Todo se llena de sensaciones visuales (los colores), olfativas (“efluvios de azahar y miel silvestre”) y hasta auditivas (la pareja de guacamayos en silencio hacia Paraguay). El hombre ve la vida que se aleja, pero no lo interpreta así. Está en medio de tres países Argentina, Brasil y Paraguay, está en medio de la nada, a merced de los deseos de ese río que lo llevará a ninguna parte.

El río hace girar la canoa, sin hacerla avanzar, y ese mareo le permite al hombre sentirse cómodo con su actividad mental, “cada vez mejor”, él también está revolviendo, dando vueltas sobre su vida, su existencia. La naturaleza lo acompaña, a pesar de que fue agresivo el paisaje en algún momento para mostrarle su fin, ahora, en su delirio, es un paisaje que le ofrece compañía y hasta consideración. Le regala lo mejor que tiene.

En la desesperación de recuperación de su pasado, empieza un obsesión por recuperar el tiempo exacto de las cosas, algo que tal vez sea banal, pero imprescindible para que la muerte no lo lleve sin seguir luchando, con lo único que es posible hacerlo en estos momentos: sus recuerdos precisos. Cada vez va buscando la perfección, la exactitud, “tres años” no es exactamente preciso, “dos años y nueve meses”, tal vez, pero no es suficiente, y así va buscando la respuesta que le satisfaga.

Esto se va intercalando con la cruda realidad “sintió que estaba helado hasta el pecho”, la muerte se acerca y por más precisión que busque nada podrá hacer frente a la realidad.

Pero el hombre no deja de luchar, y ahora una nueva idea de precisión sobre el tiempo se posa en su cabeza: cuándo conoció a Lorenzo Cubilla, un viernes santo o un jueves. Esta referencia podría llevarnos a pensar en el simbolismo de estos dos días. El viernes santo es cuando Cristo muere, y el jueves cuando sufre toda su agonía. El hombre elige el jueves, porque tal vez en ese día Cristo aún no estaba muerto, como si su lucha personal, la de Paulino fuera hasta el último instante. Confirma que lo conoció un jueves, como si no quisiera darle nunca a la muerte la posibilidad de ganarle la partida.

Pero aún cuando él intenta ganar esta lucha desde el pensamiento, el narrador intercala estos delirios con acciones físicas: “el hombre estiró lentamente los dedos de la mano” como una señal de una vida que se escapa. Tal vez tenía los dedos apretados para que esto no sucediera, como señal de esa lucha hasta último momento. Y una vez que logra la precisión del tiempo, el narrador termina el cuento constatando lo que ya nos había sugerido desde el principio “cesó de respirar”.

La lucha del hombre por mantenerse vivo, aún cuando es segura su muerte, se ve hasta el último instante, como una actitud porfiada por continuar viviendo, con ese deseo infinito de aferrarse a la vida, aún cuando en su vida él haya elegido alejarse del mundo. Un hombre puede vivir toda la vida queriendo morir, pero no va a dejar de luchar cuando la muerte real venga. Nadie se entrega a la muerte con tanta facilidad, ni aún los suicidas.