El Imperialismo (1870-1914)
“Si un país se
ve invadido por una potencia más fuerte y sus instituciones políticas
son destruidas o reestructuradas, dicho país se encuentra bajo el
dominio imperial, cualesquiera sean las circunstancias políticas del
caso. (...) Análogamente, es posible que haya injerencias en la
soberanía por medios diplomáticos, mediante tratados o mediante
presiones económicas. Un país atrasado al que se le impida por ley
desarrollar su industria sufre una pérdida de soberanía que no es menos
real porque sea invisible para quien lo contempla. Lo que cuenta es la
relación de dominio y sometimiento, que es la esencia de todo régimen
imperial”.
G. Lichtein, “El imperialismo”
“El
imperialismo es el esfuerzo de los grandes dueños de las industrias para
facilitar el desagüe de su excedente de riquezas, buscando vender o
colocar en el extranjero las mercancías o los capitales que el mercado
interno no puede absorber.”
J. A. Hobson, “El imperialismo. Un estudio”
“Ayer estuve
en el East-End londinense (barriada obrera) y asistí a una asamblea de
los sin trabajo. Al oír en dicha reunión discursos exaltados cuya nota
dominante era: pan, pan... y al reflexionar, cuando regresaba a casa,
sobre lo que había oído, me convencí más que nunca de la importancia del
imperialismo (...) Para salvar a los 40 millones de habitantes del
Reino Unido de una guerra civil funesta, nosotros, los políticos
coloniales, debemos dominar nuevos territorios para colocar en ellos el
exceso de población, para encontrar nuevos mercados en los cuales
colocar los productos de nuestras fábricas y de nuestras minas. El
imperio es una cuestión de estómago. Si no queréis la guerra civil,
debéis convertiros en imperialistas.”
Cecil Rodes (empresario inglés)
“¡A no dar
cuartel! ¡A no tomar prisioneros! Llevad la guerra de tal modo que
dentro de mil años ningún chino se atreva a mirar siquiera a los ojos a
un alemán.”
Emperador Guillermo II de Alemania (Julio de 1900)
Justificaciones
“Es esta
conciencia de la intrínseca superioridad del europeo la que nos ha
permitido conquistar la India. Por educado e inteligente que pueda ser
un nativo y por valiente que demuestre ser, creo que no se le debe
otorgar ningún grado que pueda dar origen a que se considere el igual de
un oficial británico.”
Lord Kitchener, comandante en jefe del ejército de la India
“No son
capaces de ejercer el gobierno propio. ¿Cómo podrían serlo? No forman
una raza capaz de gobernarse a sí misma. Son orientales, malayos,
educados por los españoles durante la peor etapa de éstos. Este problema
(...) es elemental. Es racial. Dios no ha venido preparando durante mil
años a los pueblos de habla inglesa para una vana actitud de
autocontemplación y autoadmiración. ¡No! Nos ha convertido en
organizadores magistrales del mundo para imponer el sistema allí donde
reina el caos. Nos inclinó al gobierno para que podamos gobernar a los
pueblos salvajes y seniles. Si no fuera por esta fuerza el mundo caería
en la barbarie y la oscuridad. Y en toda nuestra raza Él señaló al
pueblo norteamericano como la nación elegida, para que dirija la
regeneración del mundo.”
Senador Beveridge de EE.UU. discutiendo el destino de las Filipinas
“Desde luego no llego al extremo de pensar que los únicos indios buenos
son los indios muertos; pero sí creo que esto es cierto en nueve de cada
diez, y en cuanto al décimo, mejor sería no investigar demasiado a
fondo. El cowboy más depravado posee mejores cualidades morales que el
indio medio.”
“Siempre que se ha producido un movimiento de expansión ha sido porque
la raza que lo ha llevado a cabo era una gran raza. Ha sido como una
señal y una prueba de la grandeza de la nación expansionista. Y además
debe tenerse en cuenta que, en todos y cada uno de los casos, eso supuso
un beneficio incalculable para toda la humanidad. Cuando una nación
poderosa teme la expansión y renuncia a ella, puede asegurarse que su
grandeza y su poder se aproximan al ocaso. ¿Vamos a conformarnos con
figurar entre los débiles y los cobardes cuando estamos todavía en
nuestra primera y vigorosa juventud, en los albores de nuestra gloriosa
virilidad? ¡No y mil veces no!”
Theodore Roosevelt, presidente de EE.UU.





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